Por Bernardo F. Carnelli

Nuestra sociedad está hoy atravesando un estado generalizado de anomia. Me apropio de este concepto acuñado por el sociólogo Emile Durkheim allá por fines del siglo diecinueve y que define el fenómeno que se da cuando los individuos van perdiendo la noción de pertenecer a una sociedad. Se agudiza una pérdida de integración social, comunitaria, con valores contradictorios en permanente tensión y disputa, seguida de un incumplimiento progresivo de las normas que hacen a la convivencia o que podemos decir que son constituyentes de un contrato social.

Hoy, redes sociales de por medio, vivimos “el oxímoron de un aislamiento colectivo” (E. Sadin 2020). Y aún más, aparece un “totalitarismo de la multitud: asignar únicamente prioridad a las propias visiones en la medida en que uno se considera, primero, una víctima que ya no puede contar con la sociedad y que, como tal, pretende asignarse ciertos derechos considerados legítimos. Dentro de este marco, todo puede ocurrir: abusos, amenazas, expoliaciones, gestos de violencia, lo cual hace reinar poco a poco un clima de terror” (E. Sadin 2020)

Y aún más, en nuestro país hoy, con el gobierno de Milei, el Estado también está padeciendo una profunda anomia. A propósito de esta afirmación, tomaré algunos puntos que Peter Waldmann describe para sustentar su tesis del estado anómalo. 1. El Estado no ofrece a sus ciudadanos un marco de orden legal-racional para su convivencia en el ámbito público, sino hay una inclinación al desorden por parte de la sociedad. 2. Los funcionarios de la administración pública: jueces, fiscales y policías actúan contrariamente a la normativa vigente. Este punto podría resumirse bajo el precepto colonial que reza: “La ley se acata, pero no se cumple”. 3. Un Estado que no logra otorgar a sus habitantes seguridad jurídica –desde el punto de vista de los involucrados– carece de legitimidad. Es un Estado que contribuye a agudizar las incertidumbres y profundizar la confusión en los ciudadanos, en el pueblo.

Pero hay opciones, que se han concretado en otros momentos de la historia o que se desarrollan en presente, y que sostienen que el Estado es una construcción social, que es medular para orientar y regular comportamientos sociales, como así también es central para hacer viable las transformaciones deseadas y para devolver a la sociedad su capacidad creativa y el control político.

Retomo el inicio de esta nota respecto al efecto desintegrador del sujeto colectivo para agregar que, contrariamente al “Estado mínimo” o al “maldito Estado”-Milei dixit-, este puede actuar como promotor y generador de condiciones para un pacto en pos del bien común, puede arbitrar ante situaciones problemáticas surgidas de proyectos políticos diversos procedentes de las demandas del colectivo social en su conjunto, impulsando la integración social, la corresponsabilidad con organizaciones de la sociedad civil y la solidaridad.                              Propongo enfatizar la idea de integración social respecto a la de inclusión social, dado que esta última no altera la causalidad si no que atiende lo urgente, mientras que la primera tiene como objetivo ir por la transformación estructural que origina las desigualdades e injusticias permanentes.

Perón, el peronismo, con su ideario de la Comunidad Organizada induce necesariamente a la construcción de una sociedad integrada, donde el Estado es un actor importante pero no excluyente, dado que se necesita la intervención de otros actores tales como las empresas privadas, las organizaciones de la sociedad civil, comunitarias, además de las voluntades individuales.                                                                                                                                                    Una comunidad donde la identidad no suprime la diferencia, acoge al otro; lo común de la comunidad no debe ser lo homogeneidad, sino que debe subsumir las diferencias. (J.J.Giani y colaboradores – 2017)

Concluyo estas reflexiones que he compartido con Uds, citando dos párrafos del discurso de Juan D. Perón en la sesión de clausura del Congreso de Filosofía de Mendoza, en 1949, que considero muy apropiados para este presente:

“Nuestra comunidad, a la que debemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia. Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa.” (J.D.Perón – La Comunidad Organizada- 1949)

“La vida de relación aparece como una eficaz medida para la honestidad con que cada hombre acepta su propio papel. De ese sentido ante la vida, que en parte muy importante procederá de la educación recibida y del clima imperante en la comunidad, depende la suerte de la comunidad misma. Habrá pueblos con sentido ético y pueblos desprovistos de él; políticas civilizadas y salvajes; proyección de progreso ordenado o delirantes irrupciones de masas.” (J.D.Perón – La Comunidad Organizada- 1949)