Por Bernardo F. Carnelli*
Tenemos el desafío de ir por la disputa en la construcción de sentido, contra un discurso único.
En continuidad con el tema que abordé en una nota anterior en esta misma página, es que hoy quiero tratar este que se refiere al uso y tenencia de la tierra.
Para esto comienzo con una cita de un trabajo que produjimos y publicamos en el IEFI[1], asumiendo el riesgo de reiterar algunos conceptos.
“Una reflexión previa: Contexto y cultura. Atravesados por toda especie de urgencias culturales, económicas, políticas y sociales, los argentinos deberíamos darnos un serio, profundo y descarnado debate respecto de lo que estamos provocando en la naturaleza al desentendernos, por la razón que fuere, del sistema productivo más extendido en nuestro país: el de agronegocios, un modelo que se presenta como incuestionable, que se consolidó construyendo un nuevo sentido común en el sector productivo y en la opinión pública, por una conducta activa en esa dirección por parte de actores provenientes de sectores diversos de la cadena, más la acción determinante de los medios hegemónicos de comunicación en términos de construcción de sentido.
Se afianza así una nueva matriz productiva agroindustrial, concebida como empresas en red, integradas horizontal y verticalmente, en un entorno de ruralidad globalizada; en un contexto de nuevas formas de acumulación capitalista, generando nuevas asimetrías tanto de carácter interno como externo con las consecuentes externalidades negativas en el medio ambiente.”
Es en este contexto, entonces, que se consolida una visión hegemónica, tecnocrática, mercantilista; que mercantiliza, no sólo la naturaleza, sino las relaciones y los recursos humanos. Y simultáneamente, se ha desarrollado una gran producción simbólica a través de diversos actores, abarcativa de múltiples espacios comunicacionales, que cierra, neutraliza, el debate sobre tenencia y el uso de la tierra, no sólo en su dimensión jurídica, en cuanto propiedad privada, sino en su función social.
Esto ha sido posible también por la convergencia de al menos dos factores importantes, además de los mencionados: La transnacionalización del capital financiero, materializado en las empresas transnacionales y la acumulación por desposesión, concepto –este último- que describo a continuación: “El concepto de ‘acumulación por desposesión’ acuñado por Harvey (2004) ha sido utilizado por numerosos trabajos para analizar el proceso de avance de la frontera agropecuaria en el país, y da cuenta de cómo el capital se apropia de bienes comunes como la tierra y el agua, mediante prácticas predatorias que incluyen un alto grado de violencia contra las poblaciones locales. Un trabajo reciente de Cáceres (2015) retoma la cuestión para analizar la expansión del agronegocio fuera de la región pampeana. Este autor señala que asistimos a una ‘segunda ola de acumulación por desposesión’, porque el capital logra apropiarse de un servicio de ecosistemas que es central para su funcionamiento: la fertilidad del suelo. Esto ocurre con el avance de la superficie agrícola sobre los bosques nativos: el agronegocio aprovecha la fertilidad allí acumulada durante siglos”[2]
A propósito del discurso único, del mensaje único -hoy nuevamente, y otros muchos dirán más que nunca- prima en nuestra patria la necesidad de “desarmar el sentido común con el cual y desde el cual pensamos el mundo”[3]. Y no sólo en cuestiones como las expuestas en esta nota, sino en todo el espectro social y político, dado el fenómeno que nos gobierna.
Por último, para darle un cierre a esta nota, comparto con ustedes un fragmento de Eduardo Rinesi, que nos puede ayudar a ahondar y discernir en los temas abordados.
“El discurso de lo que algunos han llamado la “nueva derecha” argentina es un discurso de frases cortas y de pocas exigencias, y algo de eso está sin duda en la base de su éxito. Es un discurso fácil pero es sobre todo un discurso descriptivo, descriptivo de lo que ocurre, descriptivo del presente. De cómo son las cosas, no de cómo deberían ser, porque las cosas, para la derecha, no deberían ser de otro modo que el modo en el que son, en el que hoy son, y por lo tanto en el que necesariamente son. El pensamiento de derecha es un pensamiento sincrónico. Lo decíamos recién: el relato que proponía el kirchnerismo era eso, un relato, es decir, un discurso diacrónico que hablaba de democratización, de inclusión, de ampliación de derechos, de realización de destinos, de mejoras tendenciales en la economía o en la distribución de la riqueza o en lo que fuera (en fin: de procesos), mientras que el discurso que propone la derecha es un discurso sincrónico, que se reitera sobre un mismo conjunto intemporal de tópicos también intemporales, aplicables como etiquetas o como estigmas en cualquier tiempo y lugar, que no suponen ningún desarrollo sino la pura verificación de la presencia del mal: narcotráfico, inseguridad, corrupción, militancia, y la sinécdoque perfecta del Estado: ñoquis.”[4]
[1] Basso, Fernando S. – Colaboradores: Alejandro Mosquera, Bernardo F. Carnelli, Horacio Rovelli, Mariano Pinedo – (2023) “Una solución soberana para una economía bi monetaria – Una propuesta para el comercio exterior. Acumular reservas. Recuperar soberanía. Desarrollar el trabajo argentino – Pág.15-16. Buenos Aires. Instituto de Estudios y Formación para la Igualdad -IEFI
[2] C.Gras-V.Hernández, “RADIOGRAFÍA DEL NUEVO CAMPO ARGENTINO -Del terrateniente al empresario transnacional”, Siglo XXI Editores, pág.281
[3] Rinesi, Eduardo – (2023) “Democracia: las ideas de una época” – Imprenta del Congreso de la Nación – Pág.181
[4] Rinesi, Eduardo – (2023) “Democracia: las ideas de una época” – Imprenta del Congreso de la Nación – Pág.181
*Bernardo F. Carnelli. Lic Cs Soc y Humanidades. Sec ejecutivo IEFI