Por Eduardo Hernández*
El modelo neoliberal implementado por el gobierno de ultraderecha que asumió en diciembre de 2023 sigue manifestándose en un ajuste permanente sobre el conjunto de la población. Sin embargo, si bien todavía hay sectores que tienen expectativas respecto a una mejoría en un futuro cercano, lo que crece día a día es una poderosa disconformidad, evidenciada en cantidad de medidas de fuerza, movilizaciones y protestas a lo largo y ancho del país.
La jornada nacional del 24 de marzo fue más allá de la tradicional reafirmación de los valores de Memoria, Verdad y Justicia, para transformarse en una contundente manifestación de rechazo a las políticas económicas y sociales de la actual gestión, que empobrecen a millones de compatriotas. El programa de recesión y ajuste afecta a jubilados, empleados públicos, pymes, pequeños productores agropecuarios, comerciantes barriales y la última novedad es el intento por destruir gran parte del movimiento cooperativo.
La reciente amenaza del gobierno, consistente en hacer cesar la operatoria de las cooperativas que se constituyeron en los últimos años refleja el profundo desprecio del neoliberalismo hacia las entidades que crecen en el marco del trabajo, la democracia, la equidad y la solidaridad. Como es habitual con todas las cifras de la economía, también han falseado el número de cooperativas que nacieron en los últimos tres años. El informe de cierre de gestión del INAES del 26 de diciembre de 2023 refleja el muy interesante crecimiento autogestionario: a las 15337 cooperativas que existían a fines de 2020 se agregaron 7056, totalizando 22393 entidades en el territorio nacional. El incremento de matrículas fue del 46% y no del 138% como ha señalado el ignorante y cínico vocero presidencial. La gran mayoría de las nuevas cooperativas son de trabajo, muchas de ellas permitiendo mantener empleos a partir de la recuperación del funcionamiento de empresas colapsadas.
Esta decisión de destruir al movimiento cooperativo se inserta en la campaña gubernamental tendiente a generar un ejército de desocupados que presionará a una baja salarial todavía más pronunciada. Y paralelamente aparece el odio del neoliberalismo a los valores del asociativismo – trabajo, democracia, equidad, solidaridad – en contraposición con la especulación, el autoritarismo, la desigualdad y el individualismo que sostienen como baluartes los sectores del privilegio.
De la misma manera en que utilizan el concepto de “ñoquis” para justificar el despido de miles de empleados públicos, de “ineficientes” para explicar los quebrantos de las pymes, ahora sostienen las “irregularidades” en la asignación de matrículas a las nuevas cooperativas. Una mentira tras otra para sostener la destrucción y el empobrecimiento planificado de la mayoría de la población.
Horizonte de lucha
Hace pocos días la Federación de Cooperativas Federadas Ltda. (FECOFE) – a través de su presidente Juan Manuel Rossi – ya vislumbraba el perjuicio para el cooperativismo que significan las políticas del actual gobierno, criticando las privatizaciones, la enajenación de recursos naturales, la apertura indiscriminada de las importaciones. “Fundirán a cooperativas y pequeños productores”, concluía su declaración. *1
Para el movimiento cooperativo nacional la única alternativa es enfrentar vigorosamente las medidas que solo significan recesión, trabas al desarrollo productivo, desempleo y miseria.
Aun cuando algunos sectores – particularmente del cooperativismo agrario – han asumido posiciones conservadoras y refractarias frente a medidas de gobiernos populares, deberán comprender que en esta oportunidad también sus propios intereses están en riesgo. Esta gestión tiene un fuerte cariz extranjerizante, y aún las poderosas ACA (Asociación de Cooperativas Argentinas) y AFA (Agricultores Federados Argentinos) son conscientes de que este gobierno va a favorecer siempre a las empresas multinacionales en detrimento de los intereses nacionales. Vale el análisis para el caso del banco Credicoop y el Grupo SanCor Seguros.
Se aproxima el momento en el cual el movimiento cooperativo junto con todas las fuerzas del campo nacional y popular deberán debatir sobre una alternativa al neoliberalismo, que sin duda – más allá del daño ya causado – no logrará consolidarse como modelo sustentable.
La autogestión como perspectiva
Una vez derrotado este nuevo intento de transformar al país en un reducto colonial y empobrecido se inaugurará la etapa la de reconstrucción nacional, y será imprescindible un debate acerca de lo que pretendemos económica y socialmente para el país que surgirá. Existe una cantidad de temas pendientes como el rol del Estado, la cuestión laboral, la reforma impositiva, el sistema financiero, la concentración económica, etc. Pero sin duda un aspecto que habrá que considerar como central es el impulso del sector del cooperativismo y el asociativismo. Será invalorable su aporte en el terreno del desarrollo económico, la generación de empleo, la satisfacción de múltiples necesidades, y – sobre todo – la edificación de una sociedad más igualitaria y democrática.
Las necesidades en materia de trabajo, consumo y vivienda pueden y deben ser abordadas desde la óptica de la autogestión, con un firme apoyo inicial del Estado. Asimismo, los servicios públicos también requerirán de una administración que se diferencie de la que ejercen las actuales empresas privadas. Y estos son meros ejemplos de las áreas en que el cooperativismo puede concretar logros tanto en lo económico como en lo social.
Existe una base para nada desdeñable. El 81,5% del total de cooperativas son de Trabajo, el 5,3% de Servicios Públicos, el 4,0% de Vivienda y el 3,7% de Producción Agropecuaria. Estas entidades se convierten en ejemplos valiosos para el resto de las comunidades en las que se desempeñan. El INAES efectuó una encuesta nacional que reveló que el 54% de los encuestados nunca integró una cooperativa, pero el 46% que tenía algún vínculo con el sector tenía una imagen buena (47%) o muy buena (18%) sobre el cooperativismo. En esa misma encuesta el sector cooperativo ocupaba el tercer lugar en imagen positiva, comparándolo con pymes, grandes empresas, ONG, sindicatos, etc. *2
Sin embargo, no se ha visualizado plenamente su importancia desde el campo nacional y popular, y el asociativismo es visto solo como un complemento en la actividad económica. Si bien en la gestión de Alberto Fernández hubo políticas de promoción y apoyo económico a las nuevas cooperativas, las empresas privadas han sido siempre la base de articulación de las políticas económicas, ya que el impulso capitalista les proporciona la dinámica de la inversión y el desarrollo tecnológico.
El desafío es dotar de recursos a las cooperativas de Trabajo, para que se integren y consoliden como empresas económico-sociales en condiciones de competir en un mercado altamente concentrado y extranjerizado. En el agro hay cantidad de cooperativas con un grado creciente de producción e integración que pueden incorporar todavía a numerosos pequeños productores. La vivienda representa un problema crítico en las grandes ciudades; un Estado que lo tome como tema central podría destinar terrenos fiscales, construcciones en desuso, etc. para desarrollar un plan cooperativo de vivienda. Y así con el consumo, que hoy representa la principal preocupación de la mayoría del pueblo. Hay numerosas cooperativas de producción de alimentos que podrían abastecer a precios razonables a entidades de vecinos agrupados.
El movimiento cooperativo nacional debe pronunciarse y enfrentar inmediatamente este intento de destrucción, y prepararse para ofrecer con fuerza y convicción la alternativa autogestionaria para resolver los grandes problemas de nuestra sociedad.
*1 Mundo Cooperativo, marzo 2024
*2 INAES. Encuesta Nacional febrero 2023

*Eduardo Hernández: *Integrante de cooperativas y cámaras gremiales empresarias. Promotor y difusor del asociativismo a través de los medios radiales, gráficos y televisivos